Capítulo 12: Conversación con un Simio

Un mono muy mono

En mi Gran Aventura, os presento a Monóru, un desgraciado simio marginado por la sociedad, pero con buen corazón animal…

XII) Conversación con un Simio

-¡Yogui, Lazzie! ¡Esperad! ¡No cometáis una locura!-gritaba Balto preocupado.

Entonces, oyó unas toses, probablemente provocadas por falta de oxígeno.

-¡Yogui! ¡Lazzie!-y él también se internó en el fuego.

Pasaron unos minutos, pero, Lazzie, Balto y yo, salimos con vida del fuego, con el pequeño mono, que estaba tosiendo sin parar debido al humo, en «patas». (Los bipes dicen «brazos»). Pero al salir, vimos que todos los animales ya se habían ido y que en su lugar, nos esperaban los Yakuza de Johny Quebrantapiedras. Ni Balto ni Lazzie ni yo, tuvimos tiempo de reaccionar y los hombres nos capturaron.

Pero, cuando ya lo creíamos todo perdido, el pequeño mono de cara rojiza se abalanzó sobre los hombres y comenzó a darles mordiscos y arañazos. Así que, uno de los hombres lo cogió por el cuello, y lo lanzó contra un tabique de la mansión. Éste se tambaleó, ¡y se cayó al suelo! Todo el edificio perdió el equilibrio, y el Gran Palacio de Johny Quebrantapiedras, comenzó a derruirse y derrumbarse sin remedio.

Entre los escombros, el macaco nos guió hasta la salida.

La mansión se destruyó sin que se pudiese hacer algo para evitarlo, y no pocos hombres quedaron atrapados dentro. Mientras nosotros salíamos, me pareció oír un grito desgarrador de la garganta de Johny Quebrantapiedras, ya que nosotros, los perros, tenemos un oído muy fino.

Siguiendo al mono, los tres (Balto, Lazzie y yo) nos adentramos en el jardín, ahora hecho cenizas, y por fin cruzamos la valla que cerraba el paso a la Lujosa Casona.

Una figura negra como el azabache resurgió de entre los escombros, y miró con relucientes ojos como nos alejábamos.

-¡Señor Mono! ¡Le debemos la vida!-exclamé.

-No, yo os la debía a vosotros-tosió-Lo único que hecho es saldar mi deuda.

-Pues a mí me falta saldar la mía con Balto-le sonreí.

-¿Por qué nombre desea que le llamemos?-preguntó cortésmente Lazzie.

-Humildemente, Monóru, para servirla-Monóru, que así resultó llamarse, hizo una reverencia.

¡Ah, no me lo podía creer! ¡Ahora Oviedo, mi ciudad, no tendría que sufrir esa masacre que Johny tenía planeada, ni iba a quedar carente de animales, debido a que Quebrantapiedras deseaba secuestrarlos y matarlos a todos, dejándolos disecados en un Museo…! ¡Horrible! ¡Pero ese loco había recibido su merecido! Oviedo seguiría siendo mi querida ciudad de siempre… La añoraba mucho…

Debía mucho a mis queridos amigos, la Señora Ki-Natacha, el Señor Brochettes, Monóru… Me fijé en sus ojos, y…

-¡Un momento! ¡Tú eres el mono de volcán!-exclamé.

-¿Cómo?

-Tú eres el Macaco de Cara Roja.

Sigo sin entender a qué te refieres.

-Al único animal, exceptuando a mi padre, que no se presentó cuando tramé el plan. Él que estaba apartado del resto, en una esquina… ¿Qué dijo esa vieja liebre sobre ti?

-¿Una liebre?

-¡Ah, sí! ¡Qué sufrías «equizorrenia»!

-¿Qué tratas de decirle a Monóru, Yogui?-dijo Balto.

-¡Qué sufrías esquizofrenia!-me acordé de la palabra.

El mono agachó la cabeza.

-¡Eso no es cierto!-dijo-¿Por qué he de ser rechazado de la sociedad de esa manera? ¡Acaso no os he salvado la vida!

-Pero… Lo que yo quería decir… Es… ¿Qué es esquizofrenia?

-¡Una mentira!-dijo Monóru.

Eso quería decir que la liebre le había llamado «Mentiroso»… ¿Era para ofenderse tanto? No me quedó muy claro…

-¡Monóru! ¡Monóru!-le dije-¡No te enfades, por favor! ¡No te vayas! ¡Escucha, esa tonta liebre lo único que quiere es que nos sintamos mal todos… Llamó a la Señora Ki-Natacha anoréxica, a mí bobalicón… ¡Por favor!

-Lo siento-dijo Monóru-Tienes razón. La culpa no es tuya.

-Muchas veces-añadí-Tus propios congéneres se burlan de ti. A mí, por ejemplo, siempre me han llamado, paticorto, y eso que no sé por qué… Pero… ¿has de intimidarte o acongojarte por ello? ¡No! ¡Siempre has de ir con la cabeza bien alta! ¡Salvo cuando estés oliendo el rastro de una chica guapa! ¡Entonces no!

Monóru parecía no entenderme.

-Bueno, lo que quiero decir…

-Lo que quiere decir Yogui-me interrumpió Balto-es que uno no se ha de creer o tomar a pecho lo que unos malpensados le digan. Olvídate de ellos, porque tú sabes lo que eres, y sabes lo que haces. ¡No hagas caso a esos estúpidos que se burlen de ti!

-Pero es qué…-dijo Monóru.

-Además-seguí hablando de nuevo- Yo, precisamente, voy a la búsqueda de mi verdadera identidad.

-¿De verdad?

-De verdad de la buena. En cierta forma, estoy en un caso similar al tuyo. ¿¿Pero me ha afectado?? ¿¿Me ha importado?? ¡¡No!! Y ahora, voy a encontrar mis orígenes y demostrarles a todos, quien soy en realidad.

-Pero… ¿qué orígenes?

-Bueno, verás, existe un Dios…

-¿Un Dios?

-Sí, un Dios, que se llama El Señor de los Huesos. De él soy yo descendiente-Monóru estaba asombrado, pero luego yo comprendería por qué lo estaba en realidad-Por ello, he viajado hasta Japón para encontrar el lugar en dónde vive, y así, saber QUIÉN SOY YO, en realidad. Por eso estoy aquí.

-Pero… ¿es un Dios, de verdad?

-¡Pues claro! Él es el Dios Animal.

-¿El Dios Animal?

-Te lo explicaré desde el principio. Según la religión cristiana, antes que nada hubo un alguien, un ser. Ese alguien, ese ser, fue el que expandió todo el universo, y creó la Tierra, el Sol, la Luna, y separó la Luz de la Oscuridad. Después, decidió dividir el trabajo, creando los Cinco Elementos: El Agua, la Tierra, el Fuego, el Viento, y el Vacío. Acto seguido, repartió su tarea con otros dioses: Los Reyes Magos, los cuáles, a su vez, decidieron concedérselo, a sus mascotas, los Reyes Perrunos o los Canes Magos: Rahmân, Asad y Hadi. Él se encargaría de los humanos y el Universo en general, y ellos de los animales y la naturaleza.

Pero… ¿dividió el trabajo solo en Cinco Elementos? ¡No! ¡Lo repartió en seis!

-¿De veras? ¿Cuál es el Sexto?

-¿Qué cuál es el Sexto…? ¡El Hueso? ¡El Elemento Animal!

-Un momento, espera…

-Déjame terminar… El Universo fue evolucionando, y los Seres Vivos que habitaban en él, también. El lobo, se transformó en el perro… Pero, aunque no lo creas, ahí empezó el problema.

El Hueso controla el poder del Reino Animal, quien lo posea, lo controlará TODO…

Por ello, un gran grupo de lobos que no querían evolucionar ni convertirse en perros, se rebeló contra los Guardianes del Hueso, los Reyes Perrunos, y decidieron ROBAR el Hueso.

Para ello, enviaron a uno de sus aliados a que se camuflara entre los perros como tal, y así éstos le contasen dónde estaba el Hueso. Este lobo, tenía la Pata Torcida…

-¿Y qué tiene que ver?

-Ya lo verás…

Resulta, que surgió un imprevisto. El Lobo de la Pata Torcida, se enamoró… Estaba dividido, entre su amor, y su manada. Así que decidió contarle a aquella perrita la verdad. Aunque ella al principio se enfadó, le comprendió enseguida. Juntos, urdieron un plan, y después, se lo contaron al resto del bando perruno. Todos estuvieron de acuerdo en lo que había que hacer.

A la mañana siguiente, el Lobo de la Pata Torcida, partió hacia su verdadera manada, y les indicó una senda hacia dónde estaba el Hueso, en una cueva.

Cuando los lobos entraron allí, se dieron cuenta de que todo era mentira, y que los que había allí eran todos los perros, que les habían tendido una trampa. Les atraparon y les encerraron en la cueva de por vida.

Después, el ahora ya PERRO de la Pata Torcida, ordenó tapiar la entrada a la verdadera Cueva del Hueso.

Como premio a su valentía y honestidad, los Reyes Perrunos, le nombraron El Señor de los Huesos, Dios, de los Perros. Todos los perros se ocultaron en la cueva junto con el Lobo de la Pata Torcida, para proteger y guardar el Hueso. Pero, El Señor de los Huesos tuvo muchos hijos con su amada, y los repartió por la Tierra, para que siguiesen cuidando del mundo.

Pero solo un descendiente de El Señor de los Huesos, conseguirá encontrar y tener en sus patas el Hueso, y con él el control del Mundo Animal. Este descendiente habrá de tener la pata tan torcida, como su anciano ancestro. ¿Comprendes ahora?

-Pero Yogui está en un aprieto-dijo Lazzie.

-Sí-dijo Balto-Resulta que él nació hijo de un descendiente de El Señor de los Huesos. Pero, al contrario que nuestro benefactor, su padre es un maléfico perro, obsesionado con conseguir el Hueso. Para saber si se es digno de tal privilegio, se le ha de romper la pata al cachorro recién nacido, y a la cría no le ha de producir dolor. A Yogui no le hizo daño.

-¿Y eso es bueno, no?

-¡No! Su padre tenía planeado secuestrarlo y obligarle a llevarle hasta el Hueso, pero, por suerte, Yogui se marchó a vivir a otra familia, ya que sus dueños lo regalaron. Pero ahora, su padre, Truhán, ha descubierto que sigue vivo y nos está persiguiendo, y no parará hasta encontrarle.

-¿Te ha quedado claro ahora?-le pregunté a Monóru.

-Sí, y no… No es eso lo que yo aprendí.

-¿Aprender? ¿Qué aprendiste?

-Mi raza tiene otra religión, y creemos que es la verdadera.

-Bueno… ¿y cuál es?

-Lo que vosotros decís, me hace ver las cosas mucho más suaves y bonitas.

-¿Y…?

-Pero mi raza tiene otra mitología. Sangrienta, violenta, y deprimente. Con la que yo nunca estuve de acuerdo. Por eso me alivia oír vuestras palabras. Pero ya no sé qué creer.

-¡Sigue hablando!

-Según mi especie. En los años ancestrales del Universo hubo una Batalla, la mayor batalla que la Tierra ha sufrido. Dos dioses, luchaban por el poder: El Agua, y el Fuego. Algunos simios quisieron ayudar al Agua, y otros, por temor, al Fuego, el cuál quería esclavizar a toda la población del mundo, para que les sirviera.

El Agua lanzaba enormes olas contra a la Tierra, contra los simios que no estaban de su parte, pero aquellas olas, arrasaban con todo, y también acababan con seres inocentes, que estaban de su parte. El Fuego, como venganza, lanzaba enormes bolas y piedras de fuego, que caían desde el cielo y hacían cenizas todo.

Al final, el Fuego, venció al Agua, y se hizo con una poderosa arma que dominó a todos los monos. Una poderosa e invencible arma que sometería a todos a la esclavitud. Como castigo, por no haberle adorado en la Guerra, y haber estado de parte del Agua, los maldijo a todos, transformándolos en una nueva raza; en Demonios del Fuego que dominaron el mundo junto al Fuego, creando armas capaz de escupirlo. Sin embargo, algunos monos escaparon de la maldición, pero no tardaron en ser aprisionados y humillados por esa nueva raza: Los Humanos.

-No era eso lo que yo tenía entendido-dije.

-Bueno, pero ahora déjame terminar tú a mí. Los monos que aún estaban libres, huyeron de los Humanos, e iniciaron una Legendaria Travesía a través de todos los mares y océanos, y tierras desconocidas. Hasta arribar, en una isla desconocida por todos. Huyeron hasta una colosal montaña, y se refugiaron allí. Durante algunos siglos, pudieron sobrevivir, sin que el Fuego ni los Humanos les encontraran. Cuando algún esbirro de éste, una pequeña llamita, los avistara, el Agua nos ayudaba y la hacía desaparecer. De hecho, el Agua, creó también un Arma Secreta para seguir luchando contra el Fuego: La lluvia.

-¡Caramba!

-Los monos adoraban al Agua, y le ofrecían toda clase de presentes, hasta que un día, el Fuego los descubrió, y dominó la montaña. ¡Hizo que aquel enorme monte, se partiera, y se abriera una enorme boca en su cumbre, que empezó a escupir fuego, llamas y azufre, asesinando a la mayoría de primates que habían osado desobedecerle! Los que consiguieron sobrevivir, fueron obligados a adorar al Fuego, y a ser sus sirvientes y criados, durante muchos milenios…

La Montaña de Fuego, fue empezada a ser rodeada por una gran población humana, que les observaba día y noche.

Pasado un tiempo, los Humanos, los aliados del Dios del Infierno, llegaron a la Montaña de Fuego, y nos encarcelaron a todos. Al parecer, al Fuego le había parecido que no estábamos bien vigilados.

-¿»Estábamos»? ¿No será «Estaban»?

-No. Estábamos. Yo ya estaba entre ellos.

-¡Increíble!

-Pero no es lo peor.

-¿Qué es lo peor?

-Para no ser devorados por el Fuego, como nuestros antepasados, la primera Luna Llena de cada estación, hemos de entregar un tributo al Fuego.

-¿Cuál?

-Un tributo de un Ser Vivo. Un sacrificio, mortal.

-¡Oh, no!

-Sí, esa primera Luna Llena de cada estación se había de capturar al simio elegido, y, ¡tirarlo por la Gran Boca de la montaña!

-¡Por la Pata Torcida!-exclamó Balto.

-En eso no acaba todo. Hace unos meses, yo fui el elegido, para ser tirado por la Boca.

-¿Y qué hiciste?

-Después de reflexionarlo mucho, conseguí escaparme gracias a mi astucia, y llegué a la residencia de los Humanos. Pero, por desgracia, ese Demonio de Johny Quebrantapiedras me capturó, para sacrificarme él mismo. ¡Estoy seguro!

-¿Eso es lo que crees?

-Yo… Ya no sé lo que creer… Lo que tengo claro, es que desde el día en que me obligaron a tirarme por la Gran Boca, me di cuenta de que aquello era algo injusto y cruel. ¡Y pensar en todos los pobres simios inocentes que habían muerto…!

Pero, lo peor. Es el Castigo.

-¿Qué castigo?

-Por no habernos dejado maldecir en su momento, ni transformarnos en humanos, el Fuego controla nuestra mente durante cada día, haciéndonos ser crueles y violentos, sin nosotros poder evitarlo.

-¿Controla vuestra mente? ¿Y acaso lo está haciendo ahora?

-¡No! Ahora no. Porque el único momento en que no puede controlar nuestra mente, son las noches, y ahora es de noche.

Era cierto, y a pesar, de que estaba amaneciendo, unas extensas nubes cubrían todo el cielo.

-Además, en realidad, por las noches no nos deja dormir, y nos atormenta con pensamientos desagradables. Pero, solo en las noches de Luna Llena, podemos ser nosotros mismos y ser libres. ¡Es terrible! De hecho, antes de que amanezca me tendré que ir, porque si no perderé el control e intentaré asesinaros violentamente.

Se puso triste.

-¡Vamos, vamos! Yo no lo creo…-le dije para animarle-Un mono tan bueno como tú no puede hacer daño a nadie…

Estábamos llegando a la ciudad. La gente que iba al trabajo o que estaba sentado en algún bar, miraba nuestra curiosa pandilla (Tres perros, uno mucho más grande que los otros dos, y un mono) sonriente. Y después, se desternillaba de risa. Aunque algunos les pareció extraño y sospechoso.

Yo seguía caminando como si nada.

Me fijé en que los hombres de allí, tenían la piel amarillenta y los ojos rasgados. ¿Algo les habría pasado a todos ellos?

Seguí hablándole a Monóru.

-Tú no serías capaz de matar a nadie. Y no te dejes controlar por nadie.

-Pero, es que es muy poderoso, ¡y todos le tememos!

-¡Solo son supersticiones! Y esas supersticiones engañan a tu propia mente, haciéndote creer las fantasías que tú mismo inventaste. ¡Hasta ahí llegan algunos religiones salvajes!

-¿Salvajes?

.¡Sí! Esas creencias, os hacen perder la cabeza, y os estáis engañando a vosotros mismos. Mira, yo no sé si ese mito es real o no, lo único que sé, es que habéis de luchar.

-¿Otra Batalla?

-¡No una guerra, no una batalla real! Hablo de una lucha espiritual. Has de luchar contra tus propios pensamientos, y plantarles cara a tus miedos. No te dejes manejar por nadie. ¡Tú has sido valiente y has escapado! ¡Has luchado! Y eso es lo que has de seguir haciendo. No pienses que un ser malvado te está observando desde el cielo, y obligándote a hacer cosas malas. ¡Has de tener personalidad! Nuestra religión, la Religión Perruna, se basa en la bondad y en la sabiduría, en cumplir tus obligaciones y ayudar al prójimo, y eso, es por lo que has de pelear. ¡Por la Justicia!

-¡Por la Justicia!-exclamamos, Balto, Lazzie, y yo.

-¡Ten personalidad!-terminé.

-Yogui, te llamas así, ¿verdad? Y también tus dos acompañantes. Me habéis hecho ver las cosas de distinta manera, de verdad. ¡Muchas gracias! Si alguna vez necesitáis algo, y ahora que ya me voy a controlar… Pues…

-Ahora que lo dices, en algo, sí que nos puedes ayudar. No te preocupes, no te pido ningún sacrificio-dijo Balto pensativo-Como sabes, tenemos que encontrar la Ciudad Perdida de los Canes, y tenemos un acertijo que descifrar para encontrarla. Te lo diré a continuación:

Dónde el Reino Perdido esté

Y también el Hueso verás,

Estarán los huesos,

De alguien más…

El mejor amigo del hombre,

Nunca se separará,

De lo que por la Muerte,

Separado está…

Y este viejo acertijo prueba,

El Dicho, que dice, verdad…

¿Te dice algo?

Monóru se tocó la barbilla.

-¿Los huesos de alguien más, eh…? Creo que eso me dice algo…

-¿El qué?

-Una tumba. Un cementerio. En los cementerios se entierran a los muertos, y a medida que sus cuerpos se van desintegrando, son sus huesos los que quedan después.

-¡Claro! ¡Qué tonto! ¡Cómo no me di cuenta!-exclamé-¡Un cementerio!

-¿Conoces alguno por aquí cerca?-dijo Lazzie.

-No… ¡No lo sé! Es la primera vez que salgo de la Montaña.

-Bueno, perfecto-dijo Balto-Ya sabemos que la Ciudad se oculta bajo una Tumba. Bajo los Huesos de alguien importante, y relacionado con los animales… Pero, o bien es una persona amante de los perros…

-¡Ni me las menciones!-dijo Lazzie.

-O bien es un perro. Un perro importante… Y enterrado bajo una lápida.

-¡Tú!-dije extasiado por haber resuelto el acertijo.

-¡Mi tumba, está en Nome, no en Japón! ¿Qué pintaría mi tumba en Japón? ¡Piensa antes de hablar!

-Bueno… Era una idea…-me excusé.

Monóru nos miraba asombrado. No entendía de que estábamos hablando.

-Bien, bien… Podríamos buscar en un Cementerio de Perros. Ya solo nos falta encontrarlo. Puede ser un perro japonés… ¿A alguien le dice algo el resto de la adivinanza?-ninguno contestó, salvo Monóru.

-Creo que no…

-Bueno… Algo es algo.

-Cambiando de tema-dije-Monóru, El Señor de los Huesos, nos ayudará a todos a encontrar nuestro Camino en la vida, nuestro Destino, nuestro Sino… ¿Te gustaría venir con nosotros…?

A Monóru se le iluminaron los ojos de alegría. Pero, entonces…

-¡No, el Sol!

Las nubes se apartaron, y dejaron paso a la brillantez del Sol.

Monóru se tiró por el suelo, y comenzó a hacer «esparavanes». Se retorcía, y gritaba y gritaba…

-¡No! ¡El Sol! ¡No! ¡Ahhhhg! ¡Socorro!

-¡Monóru, por favor! ¿En qué habíamos quedado? ¡Por favor, no puedes perder el control! ¡Tienes que calmarte!-gritaba yo-¡Ten personalidad propia!

-¡¡¡El Sol…!!!

CONTINUARÁ…

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